
Nos poníamos en marcha sobre mediados del mes mayo del año 1999; éramos tres los que nos embarcábamos en esta aventura y aunque nunca habíamos compartido viajes y otras experiencias, nos unía el mismo objetivo: la montaña más alta de América del Norte, el Mount Mckinley de 6.195 mts. No es una montaña muy técnica pero gélida como pocas, incluso más que el mismísimo Everest.
Allí estábamos Enric de Vic (Barcelona), Luis de Pamplona y yo de Zaragoza, pero que en aquel momento vivía en Benasque. Luis y Enric se conocieron en el aeropuerto y yo les conocía a ellos dos por mi trabajo, sin ninguna duda fue toda una experiencia, aún teniendo el riesgo de que esto no saliera del todo bien, ya que la convivencia es dura y más en las condiciones en las que íbamos a estar, pero no fue este el caso.
Llegamos a Anchorage después de 16 horas de vuelo, Madrid-Frankfurt-Seattle-Anchorage si no recuerdo mal. Nos alojamos en un Bed and Breakfast propiedad de una holandesa afincada desde hace unos cuantos años en Alaska. Su pareja era un americano que participaba en una de las carreras de trineos con perros más famosas del mundo, la Iditarod ( http://www.iditarod.com/ ) esta tenía lugar en el crudo invierno.
Unos días de preparativos en Anchorage para comprar provisiones, gas y alguna que otra cosa y nos ponemos en camino hacía Taalketna, desde donde tomamos una avioneta que nos dejaría sobre el glaciar de Kahiltna, en un vuelo de una hora aproximadamente o al menos eso recuerdo. Sinceramente, el aterrizaje en aquel glaciar me secó la boca, que tensión, que alucinante.

Como teníamos un montón de horas de luz nos pusimos en marcha hacia el primer campo de altura, de un total de cinco que son necesarios para llegar hasta la cumbre.




Ya estábamos colocados en campo 4 y durante unos días el mal tiempo nos envolvió. Las nevadas no eran muy abundantes pero la visibilidad era casi nula en muchos momentos. La aclimatación era buena, nos movíamos a 4500mts como si estuviéramos en casa, solo que con muchísimas comodidades menos. Por ejemplo, tener que fundir nieve continuamente para beber, asearte y “hacer el fregote”, aunque para estas dos últimas cosas, el aseo y el fregote, no dedicábamos mucho tiempo. En aquel campo nos encontrábamos más de 200 personas, pero seguro que a cumbre no llegábamos ni 50. Como éramos unos cuantos en ese campamento, habían habilitado una letrina en forma de gran sillón de madera, al que se le conoce como “el trono”, donde se echan los “truños”. No os penséis que esto estaba cerrado sino todo lo contrario, tenias unas magnificas vistas en 360º, esto te permitía ver si el trono estaba ocupado desde la misma tienda y además, para darle más emoción al asunto, este estaba colocado sobre una grieta; así que mientras estabas allí sentado no dejabas de pensar en la sensación que podía suponer caer con el culo al aire y en cuclillas hacia el interior de la grieta. En alguna de las ocasiones que lo utilice la temperatura exterior era de -25º, en fin una experiencia más en esta vida.

Llego el día de ir hacia el campo V a 5.500mts, cargados como mulos nos encaramamos a las cuerdas fijas instaladas por los Rangers en la Head Wall, una para los que suben y otra para los que bajan, la pendiente es fuerte y esta muy helada así que la instalación de estas cuerdas nos ayudan en la ascensión y a su vez evitaban bastantes accidentes.
Sobre los 5000mts comienza a soplar algo más de viento, así que la sensación térmica es más intensa; las horas van pasando y las mochilas se clavan cada vez más en los hombros y como único antídoto para este sufrimiento, tenemos el paisaje que nos rodea, inmenso, bonito hasta rabiar, y encima cada vez tenemos más cerca la cumbre. Llegamos al emplazamiento del campo V sobre los 5.200 o 5.500mts si no recuerdo mal y el frío es insoportable. Rápidamente empezamos a montar la tienda con tan mala suerte que las gomas que van por dentro de las varillas para unir los segmentos, se habían congelado y alargado más de la cuenta. ¡Que horror! Para solucionar este problema recurrimos a la cinta americana, con la que pudimos amarrar los segmentos de las varillas y poder así montar la tienda, a punto estoy de congelarme las manos ya que para poder apretar bien la cinta adhesiva tengo que quitarme los guantes varias veces. Durante 15 o 20 minutos las pasamos canutas.





Una vez dentro de la tienda comienza el ritual de siempre, extender los sacos para meternos dentro, fundir nieve, preparar algo para comer y soñar con que el tiempo nos de una oportunidad para llegar a cumbre. Pero la realidad no fue esa, el cielo amaneció cubierto, para colmo nos dicen otros españoles que en los campos inferiores ha nevado fuerte, con el riesgo de perder algunas provisiones y material que habíamos dejado en ellos, que era posible que el temporal pudiese durar varios días. Habíamos subido combustible y alimento para dos días más, pero si el temporal duraba más tiempo y nos quedábamos bloqueados ahí arriba, entonces el problema iba a ser mucho más serio. La temperatura mínima dentro de la tienda esa noche fue de -28,8º, probablemente fuera llegamos hasta casi -40º.Después de unos minutos de silencio tomamos una decisión, nos bajábamos.

Como al final nos sobraron unos días, los aprovechamos para darnos una vuelta en barco por la Bahía de Resurrección, famosa por las ballenas grises, Orcas y un montón de animales más; nos adentramos en un fiordo hasta el que llegaba un frente glaciar muy grande del que se iban desmoronando trozos de hielo, ahí estuvimos un rato para ver si caía algo más gordo. Un viaje inolvidable y que habrá que repetir. Por cierto, no hay que olvidar que en estas tierras hay osos y hacen de las suyas.




