Zaragoza, 4 de enero del 2025. Suena el despertador a las 4:00 AM, lo apago. Rápido salto de la cama para que no me atrape. Mientras se hace el café, último algunos detalles del equipo, preparo las tostadas, algo de comer para el día y el café sale. Empujo el desayuno al estómago y me pongo en marcha.
A las 6:00 AM he quedado con Dani en Fiscal y de ahí, los dos juntos vamos hacia el valle de Pineta, desde donde comenzará nuestra entrega para llegar a la cumbre del Monte Perdido por su cara Norte.
Estoy nervioso desde el día de antes en el que Dani me lanza la propuesta. El tenía esa ascensión pendiente y yo no volvía a ella desde el día 30 de enero de 1993. Abordamos esta entrega de una manera muy distinta a como lo hice en aquella época. En todos estos años hemos ido evolucionando en la manera en la que afrontamos nuestras ascensiones. No sólo subir es lo importante, el estilo, la manera en la que afrontamos la ascensión también lo es.
En aquel 93 subíamos a dormir al balcón de Pineta a unos 2550 mts de altura, para al día siguiente entrar en la cara Norte del Perdido y llegar a su cumbre. En esta ocasión salimos desde el fondo del valle sobre los 1280 mts para llegar a los 3355 mts que tiene la cumbre, por esta gran clásica del Pirineo en su vertiente Norte, sobre un glaciar casi extinguido. En las fotos del 93 e imágenes del 25 se puede apreciar como han desaparecido los bordes de los cascotes de hielo suspendidos en esta vertiente norte.
En menos de tres horas llegamos al balcón de Pineta y de ahí a la cumbre en una hora y tres cuartos. Viento, frío y una gran nube de sombrero hace que no nos detengamos ni dos minutos en la cima. Emprendemos la bajada por su ruta normal en la vertiente contraría, por la famosa escupidera, un punto crítico del Pirineo por la cantidad de accidentes que se producen, debido a los resbalones sobre la nieve que gran parte del año queda en ese lugar. Así que ponemos máxima atención en el descenso.
Una vez en el lago helado de Marboré y antes de ascender al cuello del cilindro (3014 mts) que nos da acceso de nuevo al balcón de Pineta, tengo que parar a comer algo, tengo una pájara sobre mí y voy envuelto en mareos. Una vez en el cuello necesitamos recurrir a la navegación digital por el espesor de la niebla en ese momento, gracias al
track que Dani lleva en su reloj y las huellas de un grupo del Greim que se encuentra haciendo el mismo recorrido que nosotros, vamos resolviendo el entuerto. Yo, como soy analógico, me hubiese tenido que quedar sentado en una piedra y esperar a que despejase algo. Sin tregua bajamos y cruzamos la llanura bajo la norte y seguimos bajando, disfrutando de nuestra entrega, del paisaje, de la dureza y de la mismísima fatiga que nos acecha. Estamos contentos porque hemos llevado acabo una gran entrega. Hemos ascendido sin tener que proteger nada, cada uno con sus recursos pero siempre pendiente el uno del otro, sobretodo Dani de mí, ya que lo he llevado por delante tirando con firmeza, pero sin pérdida visual y valorando en conjunto la situación. Una gran ascensión.
Después de nueve horas y tres cuartos llegamos al punto de partida. Nos damos un fuerte abrazo como siempre hacemos por la labor hecha, por lo bien que ha ido todo, por el gran trabajo en equipo... como cordada que somos.