Aproximación Campo base
Era el año 1996 y mi primera experiencia en grandes alturas. Ya habíamos estado en los Alpes en varias ocasiones y las ganas de llegar más arriba nos empujan a elegir una montaña lo bastante alta como para que se diferencie de lo que habíamos hecho hasta ahora. Junto con mi compañero y amigo Luis Sanmiguel, decidimos que el Aconcagua sería el objetivo; eran casi 7000mts y estaba ubicada en un continente y en un país en el que nos íbamos a poder entender. Además nuestro bolsillo se ajustaba al presupuesto del viaje, con algo de ayuda familiar en mi caso.
Recién estrenado el año y en el día de Reyes, aterrizamos en Buenos Aires y seguidamente en Mendoza. Recuerdo todavía la extraña sensación de ver en el calendario el día de Reyes y notar el fuerte calor en las calles. Como llegamos en festivo no podemos arreglar el papeleo en la Subsecretaria de Turismo hasta el día siguiente. No recuerdo el nombre del hotel en el que nos alojamos en la llegada, pero si recuerdo como si fuera ayer donde nos alojamos al regresar de la montaña; fue en el albergue llamado Campo Base, de Mendoza. Hoy en día ofrece además, un amplio servicio para ascensiones y travesias en los Andes.
Al día siguiente ya tenemos arreglado parte del papeleo para acceder a la montaña en la Subsecretaria, donde nos atendieron con una amabilidad exquisita, tanto fue así, que a la vuelta invitábamos a cenar a la señorita que nos había gestionado el papeleo.
Partimos hacia Puente del Inca, desde donde comenzaba nuestra aproximación hasta el campo base, plaza de mulas, y en donde ultimamos el alquiler de las mulas que llevarían nuestros equipos hasta el C.B.
La primera noche la pasábamos en Confluencia a 3200 mts, donde nos cayó una ligera nevada. Es conveniente hacer una o dos noches en este campo para llevar a cabo una buena aclimatación.
Al día siguiente continuábamos hacia el campo base, en una jornada excepcional. Yo caminaba con una sensación de libertad y felicidad por sentirme rodeado de todo aquello que no sabría explicar. Además, me invadía una incertidumbre por todo lo que nos esperaba en las próximas dos semanas, que me provocaba un hormigueo en el estomago; creo sin ninguna duda que estas sensaciones se tienen cuando se vive una aventura y esta era la nuestra.
No hay como tener un deseo y estar en el camino que puede llevarte a conseguirlo, aunque el éxito no siempre esta en las manos de uno, hay otros factores que pueden influir. En mi caso nada más llegar a Plaza a Mulas (4200 mts)y una vez montado nuestro campamento, comenzaban los primeros síntomas de mal de altura. Un dolor de cabeza como nunca había tenido, que ni con analgésicos conseguía calmarlo. Durante cuatro días estoy "tirado"en la tienda, casi sin poder moverme, era una situación de lo más angustiosa. Una y otra vez tenía la sensación de que mi aventura había terminado; sentía una impotencia tremenda viendo como iban progresando otras expediciones. Sin embargo, Luis que se encontraba fuerte, consigue dejar instalado el Campo 1.
Después del cuarto día me encuentro mejor y preparamos el equipo para subir a dormir al campo1. Conforme ganábamos altura vuelvo a notar algunas molestias.
Una vez instalados en el C1, que aún seguía en pie después de haber soportado un fuerte temporal, le propuse a Luis permanecer un día de reposo en él para ver si conseguía encontrarme mejor. Es así como lo hacemos, pero Luis que se encontraba en una forma física extraordinaria, decidía aprovechar ese día de reposo para intentar llegar a la cumbre por la ruta normal.
A las cinco de la mañana Luis se ponía en marcha con algún otro que también salía desde el C1 y comenzaban a ascender hacia la cumbre. A las 13h Luis me comunica por radio que ha llegado a la cumbre. Siento una alegría inmensa pues uno de nosotros ya había conseguido pisar la cima más alta de toda América.
Unas horas más tarde, sobre las 15:30, Luis está de vuelta en el C1, cansado, pero satisfecho por la ascensión que había hecho.
Dado el esfuerzo que había realizado le insisto en dar por concluido nuestro viaje pues el ya había conseguido la cumbre y yo no terminaba de encontrarme bien con la altura, pero Luis me pide que le deje descansar y al día siguiente cambiaríamos de vertiente hacia el C2 del glaciar de los Polacos, que era la ruta que habíamos elegido para ascender y por lo menos ver en que estado se encontraba el glaciar. Yo le insistía en que no se sienta obligado por mi, que no era necesario forzar tanto, pero él lo tenía bastante claro. ¡Que grande es este Luis!, solo habían pasado diez días y ya había pisado la cumbre.
Al día siguiente desmontábamos el C1 de la ruta normal y nos íbamos para el C2 de la ruta de los Polacos. Yo me encontraba mejor y Luis parecía descansado, así que cargados como mulas, vamos contorneando la montaña. El peso de las mochilas es demoledor pero había que aguantar, el objetivo estaba cerca, la previsión del tiempo era buena y las fuerzas nos acompañaban.
Llegábamos al emplazamiento del C2 de la ruta de los Polacos, montábamos nuestra tienda en una tarde agradable, bueno, todo lo agradable que puede ser a 5.600mts y después nos dedicamos a fundir nieve y a valorar cual sería la ruta que seguiríamos para ascender por el glaciar, ya que teníamos varias opciones.
En este campo de altura nos encontrábamos absolutamente solos y esta situación nos inquietaba algo, pero a la vez hacía crecer la sensación de aventura, pues el hecho de que no hubiese nadie, nos obligaba a ser muy cuidadosos con nuestros movimientos y valorar muy bien todo lo que fuese aconteciendo durante la ascensión.
Cocinábamos mientras hablábamos de otros proyectos, intentando relajarnos para poder conciliar el sueño esa noche. La verdad es que yo no conseguía disipar los nervios por lo que nos esperaba al día siguiente, pero, como ahora decimos cuando ya hemos elegido nuestro objetivo y vamos por él "la jalea esta hecha", pues eso, la nuestra estaba hecha y a pesar de los nervios, miedos y fantasmas, habíamos decidió que entraríamos al glaciar, aunque lo haríamos por su recorrido normal, menos inclinado, ya que nuestra situación física no era pletórica, ya que Luis llevaba la cumbre del día anterior y yo me encontraba extraño con la altura.
A la mañana siguiente con un día magnífico, un cielo absolutamente despejado y una temperatura de unos -15ºC, nos poníamos las polainas mirando de nuevo el glaciar y decidiendo que no subiríamos por el trazado normal, sino que lo haríamos por el centro del glaciar, más inclinado y con algunas barreras de seracs. En una primera impresión el glaciar no amenazaba con grietas, así que decidimos ir sin encordar y prestando muchísima atención. Comenzábamos a ascender por una zona más inclinada sobre 50º y poco después aparecía el hielo del glaciar; la calidad era excelente y nos ofrecía seguridad en la progresión. La inclinación ronda los 55º y continuamos sin encordar, esto nos permitía avanzar más rápido y de esta manera permanecíamos menos tiempo expuestos bajo la barrera de seracs. Sobre los 6000mts, teníamos la parte más enderezada, la pendiente alcanzaba los 65º, voy hacia allí como hipnotizado por las condiciones del hielo, la progresión es cómoda, pero cuando miro entre las piernas y veo la rampa que hay bajo mis pies, me doy cuenta de que no puedo permitirme ningún fallo, así que clavo un piolet, después el otro, luego un crampón, seguido del otro y vuelta a empezar. Que tensión y que emoción me invade una vez que dejo atrás las dificultades, el siguiente ahora es Luis.
A pesar de la altura a la que nos movíamos, el no llevar un peso excesivo como en los días anteriores, nos permitía avanzar con comodidad. Era tremenda la soledad que nos rodeaba y junto a la inmensidad de la montaña, nos hacia sentir insignificantes, aunque contentos por estar en el camino que nos llevaba a conseguir nuestro sueño. Si todo iba bien en pocas horas estaríamos pisando la cumbre y debo de reconocer que por momentos me emocionaba, lo que era molesto pues bastante dificultoso resultaba respirar con normalidad.
Van pasando las horas y nuestra marcha cada vez se hacía más lenta, la altitud no perdonaba y son ya muchas horas las que llevábamos acumuladas. No conseguía dar diez pasos en linea recta y de vez en cuando notaba algún mareo, afortunadamente el tiempo seguía estable y no amenazaba, una retirada por donde habíamos subido no era lo más cómodo debido al cansancio que llevábamos acumulado.
Cuando consigo ver la cumbre después de un hombro, estaba todavía bastante lejos y mis fuerzas andaban justas, era un momento en el que ya había que subir por obligación, pues la bajada era más sencilla por la ruta normal que por el glaciar.
Eran las 17:15h cuando Luis y yo llegábamos a la cumbre, miré a mi alrededor y me tiré al suelo, me encontraba bastante mareado. En fin, si me alegraba de algo era de no tener que subir más. Habíamos llegado a lo más alto y no teníamos que sufrir más, nuestro sueño casi conseguido, pues todavía nos faltaba bajar y llegar a la tienda. Habíamos tardado un total de 10 horas aproximadamente, en recorrer casi 1400mts de desnivel.
Comenzamos a descender por el tramo que llaman la canaleta y cuatro horas más tarde llegábamos a la tienda. De nuestros momentos de felicidad en esta vida aquél era uno de ellos, habíamos coronado la cumbre más alta de las Américas ( de las dos) y eufóricos fundíamos nieve para hidratarnos.
La paz volvía a nuestro espíritu, aunque no sería por mucho tiempo y ansiosos por regresar a Mendoza nos fuimos a dormir.
No son solo las montañas y el paisaje lo más atractivo, también la ciudad de Mendoza lo es, sus gentes, parques, plazas, fuentes, bares y sus helados. Fueron días inolvidables los que vivimos en Mendoza y excelente el ambiente del albergue Campo Base, donde encontramos gente del todo el mundo, algo que a mí me encantaba, ya que era mi primer viaje fuera de Europa y del que hace ya catorce años.
Si tenéis ocasión de ir al Aconcagua alguna vez ¡Hacedlo!
Hasta pronto.
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