Vaya emoción, creo que aun puedo sentir la tensión que pasé cuando bajando de la cumbre y a la altura del collado de coronas, mi padre se cayó en una grieta, por suerte le sujetó la mochila y rápidamente, como a mi me llevaban encordado, le pasamos la cuerda por debajo de los brazos y tiramos para sacarlo con más fuerza que Iñaki Perurena levantando piedras. Nos acompañaba en aquella excursión Antonio Gros de Huesca, del club Peñaguara y otro compañero del que ya no recuerdo el nombre. El resto de bajada que nos quedaba por el glaciar la hice asustadisimo, pensaba que a cada paso que daba me iba a hundir en una grieta. Buf! aun me acuerdo.
Esta vez era el 15 de agosto de este 2011, uno de los fines de semana que más gente se encarama a la cumbre del Aneto. El 14 por la noche y sobre las 0:00h llegamos al plan de pescadores. Hemos subida toda la pista con una luna llena espectacular, de esas que invitan a caminar, de las que quitan el sueño ¡¡ de las que enamoran!! je, je, je Pongo esta foto de la luna, que aunque no deja ver mucho es la única que tengo y la quiero poner.
Despúes de pasar la noche en el plan de pescadores, seguimos camino del Lago de Coronas. Ese sería el siguiente emplazamiento y desde donde pensábamos subir primero al Aragüells y después al Aneto, pero los planes fueron cambiando.
Jean Paul, como suele ser habitual en él "gozando" y no es para menos pues estábamos en el lado romántico del Aneto, la vertiente de Coronas.
Idoia, que a pesar del peso de la mochila está emocionada, pues barrunta su primer tresmil.
Un atardecer en las alturas es una estampa que uno atrapa en la memoria y que no se deja escapar hasta que no se presencia otro atardecer en las alturas.
Idoia deja entrever en su cara el esfuerzo y la emoción, de momento la controla, pero veremos que pasa cuando llegue a la cumbre, queda poco y ella lo sabe; nunca ha estado en el Aneto, es más, va a ser su primer tres mil, con la guinda final que supone tener que cruzar el paso de Mahoma, saber que poco después de que empecemos a bajar de la cumbre se hará de noche y esperamos ansiosos volver a ver brillar la luna llena.
Enrique abraza a Idoia, sigue emocionada, y sigo pensando que no es para menos, es la recompensa por el aguante y el tesón, no hay como las ganas de querer conseguir algo. Se que en algún momento pensó en abandonar, pero también es cierto que siempre encontró una razón para seguir subiendo. Seguramente pensó más de una vez, que se vería desde la cumbre del Aneto, que esfuerzo suponía llegar a ella y lo que es más importante aún, imaginó más de una vez que había llegado a ella. Y ese día, el 15 de agosto , es un hecho, Idoia, Enrique, Juan Pablo y yo, estamos en la cumbre.
Es hora de contener las emociones y pensar en la bajada, todavía no hemos terminado la ascensión. Volvemos a cruzar el paso de Mahoma. Otro frente de nubes se acerca y esto me intranquiliza un poco. Creo que la ansiada Luna ya no la vamos a ver, pienso que nos volverá a caer otra tormenta, así que ligeritos para abajo.
Últimas luces en el collado de coronas, el destrepe del collado nos toca ya con los frontales. Que gracia me hace esta parte, pues solo llevamos dos y a uno se le irá terminando la pila. Esta fue una de las lecciones de ese día, frontal y pilas.
La bajada fue lenta, llevábamos poca luz para cuatro personas. Juan Pablo que bajaba magullado por sus dolencias en las piernas, le suma a su cuerpo un costalazo del que no sé como no se rompió alguna costilla. Se levanta después del golpe, no dice nada y continua bajando. Que aguante tiene el jodido. aún me sorprenderá más su aguante, unos días más tarde cuando los dos juntos terminemos la cara Norte del Vignemale.
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